Pensar que las Articulaciones y las Extensiones “también” son parte de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social es, al menos, una ironía. Reconocerse como con-formadores de un espacio educativo institucional precisa que sus alumnos desde un primer momento se sientan/piensen/identifiquen así. A ver: los alumnos que cursan en La Plata no se piensan “también” como alumnos de la Facultad: lo son, sin anuncios, sin discusiones, lo viven así. Por parafrasear a Jorge Huergo: habitan y son habitados por ese espacio. De igual manera, los alumnos que asisten a otras sedes, al identificarse gradualmente con la institución, pasan a formar parte de ella en tanto y en cuanto se apropien de ella.
Quizás las distancias permitan sospechar que lo que no está cerca no es parte de los mismos. Y puede ser un argumento sólido en algunos otros contextos. Pero es válido, entonces, preguntar: ¿qué se entiende, en estas coordenadas, por Facultad? Conforme la experiencia, no necesariamente un edificio particular que reúna determinadas características. Más bien, un espacio simbólico en el que sus actores producen/circulan/validan conocimientos. Ese escenario puede estar concentrado en un mismo lugar o disperso en una amplia geografía.
Se podrían presentar, es cierto, algunas objeciones: (a) “en lugar de dispersar una misma Universidad, podrían crearse otras”; (b) “concentrar los espacios permitiría unificar los conocimientos” y/o, (c) “las decisiones que se tomen desde La Plata pueden desconocer realidades de otros lugares geográficos”. A estas objeciones se puede responder: (a) las Universidades surgen de una necesidad horizontal-ascendente, no pueden ser creadas de manera vertical-descendente pues, al final de cuentas, toda institución es instituida/validada/con-formada por sus integrantes; (b) la pluralidad permite el diálogo, que es a través del cual se construye el conocimiento genuino: no hay saber que pueda erigirse de manera autónoma, positiva y cerrada y/o, (c) cada Articulación y Extensión tiene Coordinadores que podrían adecuar las normas dictadas a la realidad de los lugares en los que haya que aplicarlas, además, bien podría ser la posibilidad para que cada . Si las objeciones son las enunciadas, se ha demostrado que una Facultad en verdad se enriquece cuando la comunidad participa y se apropia de ella.
Que los alumnos que bregan por un reconocimiento asuman una posición de otredad en relación a sus pares platenses, los aleja mucho más. La Facultad es la sede del Bosque y las Articulaciones y las Extensiones. Y viceversa. No se piensa que un hermano “también” es hijo de la misma madre, si se permite la grotesca y forzada analogía parental: un hermano es hijo de la misma madre, sin necesidad de declamarlo. El desafío es ser capaces, desde allí, de constituirse no sólo en miembros de un espacio educativo formal, sino más bien (re-)constructores de él.
Rosario Reguillo Cruz alertó en su disertación del último Encuentro de Juventud, Medios e Industrias Culturales -realizado la Facultad de Periodismo- que se ha privilegiado el habla como actividad de construcción y relegando el escuchar como un acto pasivo. “Estos tiempos exigen empezar a escuchar activamente para comprender los desafíos que se van a presentar”, remarcó.
Hay murmullos que se imbrincan para constituir y ahondar las grietas de lo autoritario. Esas fisuras quiebran la homogeneidad pretendida por los que esperan producir políticas en serie aplicables a toda realidad. Los espacios académicos diferentes al convencional no necesariamente son ajenos a él. Lo van constituyendo y conformando, si se permite la insistencia. Quienes lo nieguen, quizá más tarde que temprano entenderán que, después de todo, otear el horizonte –académico, social, institucional- y abrir el campo para que sea vivenciado desde varios puntos (geográficos, ideológicos, experienciales) permitirá enriquecer las miradas y, a la vez, re-conocer un nos-otros desde la diversidad.
Diego Bogarín
FPyCS-UNLP Articulación ISER
Octubre de 2009
